Efectivos antimotines
abrieron fuego con escopetas de grueso calibre, pese a estar prohibidos de usar
armas letales en operativos de este tipo. Mecánico
recibió descarga desde corta distancia y luego, en agonía, fue atacado a
puntapiés; al final fue llevado al
hospital pero murió minutos después por desangramiento.
Defendió con vehemencia lo que consideraba suyo, sin imaginar que al
final terminaría muerto. Efectivos de la Unidad de Servicios Especiales de la
Policía Nacional, recurriendo a un excesivo uso de la fuerza, dieron muerte el
pasado 30 de Octubre con armas de fuego a un hombre de 62 años,
quien se resistió a ser desalojado de la casa que ocupaba con su esposa e hijos
en un barrio de la ciudad de Cajamarca.
Este suceso que marco a un pequeño pueblo de
Cajamarca poniéndolo en boca de todo el país peruano y poniendo en tela de
juicio a la Policía Nacional del Perú; aún deja un sinsabor a todos los
ciudadanos preguntándonos: ¿Realmente podemos confiar nuestras vidas a la
policía peruana?
En opinión personal yo no solo lo veo como un
acto “descuidado”, como trataron de tapar este hecho, sino como un salvajismo y
poca humanidad con todas sus letras.
Luego de haber ya abatido a este padre de
familia después de tantos perdigones disparados hacia él, la policía no se conformó
con verlo desangrándose sino que le propino puntapiés a pesar de ya estar
tirado en el piso y con convulsiones. La familia de este mecánico al verlo ya
abatido subió a la azotea para poder auxiliarlo pero la policía arremetía
contra ellos golpeándolos con todo lo que podían ignorando que hayan mujeres
presentes, un acto deplorable que da asco ver en esta sociedad peruana.
Recién después de ver que el hombre ya no se
movía, los policías ahí presentes pidieron ambulancias con gritos desesperados,
llevándolo así en la tolva de una unidad policiaca hasta el Hospital Regional
de Cajamarca, para luego salir desafortunadamente los doctores del dicho
nosocomio a declarar que el hombre ya había llegado sin vida.
A pesar de no estar permitido el uso de las
armas utilizadas ese día, nadie se explica porque la policía manipuló estas en
contra de este ciudadano y menos para un desalojo de tal grado. Y no solo se puede culpar a la policía sino a
la magistrada encargada de este desalojo que al no parar los disparos y el
desalojo puso en juego la vida de los policías presentes y de los vecinos. En situaciones semejantes, por falta de garantías, se aconseja suspender la diligencia y reprogramarla para otro día.
A pesar de ya haber “separado de sus cargos” a
los responsables de tal acto, pongo en comillas esas palabras por que no se
sabe si los retiraron de la policía o solo los movieron a otra dependencia; la
sed de justicia en Cajamarca aún no se sacia. Este deplorable hecho solo hace que
los ciudadanos cada día temamos por nuestras vidas ahora no solo por los delincuentes
sino hasta por nuestra propia policía nacional.
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